Licencia social para operar, innovar y crecer

Conferencia de Sebastián Bigorito, Director Ejecutivo de CEADS en el IX Foro Internacional Red América

 

 

La empresa, como institución, no es solo un agente económico sino también un actor social. Por eso como empresa, generamos riqueza y empleo, que después el Estado a través de mecanismos tributarios y fiscales distribuye con diferentes criterios. Pero también generamos una serie de activos específicos, hacia adentro y hacia la comunidad que —si están bien planificados y hay políticas públicas para contenerlos y promoverlos—generan lo que todos queremos, que es el desarrollo local y desarrollo regional.

En el CEADS hemos identificado tres tendencias globales que han generado un fuerte impacto, tanto sobre las agendas globales como sobre las agendas locales, y donde el gobierno nacional ha iniciado procesos de adaptación local, de implementación en el país. Me refiero a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, el Acuerdo de París, la Agenda Climática y la encíclica Laudato si. Y toda la agenda que ha evolucionado de manera vertiginosa en la relación entre empresa y derechos humanos. Prácticamente una nueva disciplina.

Estos acuerdos internacionales implican un alto nivel de exigencia para el comportamiento de las empresas. Estamos hablando de muy buenas prácticas a nivel internacional, con normas de comportamiento y con expectativas por parte de la sociedad civil y de otros actores respecto de la empresa, muy diferentes al viejo rol de la empresa como generador de riqueza y empleo y nada más.

En todos estos acuerdos el sector empresarial debe participar. Esta es la primera vez en la historia en la cual se lo invita a ser parte de la solución y no solamente se lo sienta como parte del problema. Creo que es una oportunidad que se debe aprovechar.

Hay muchas encuestas que señalan que la mayor parte de las personas encuestadas están convencidas que las empresas deben atender cuestiones sociales y ambientales, incluso más allá de la persecución de sus ingresos. Más no en todos los casos estas estrategias de eficiencia en el uso de los recursos naturales y de cierta inteligencia social terminan impactando positivamente
sobre el éxito de las compañías.

La mayoría de la gente tiene altas expectativas respecto de la empresa en estas materias. Y a esta alta expectativa respecto de la empresa se le suma una mayor demanda de transparencia y comportamiento ético. Es más, la sociedad demanda más transparencia y
comportamiento ético a nivel global sobre la empresa que sobre los gobiernos.

Así que si nosotros hacemos un cuadro como el que estoy mostrando donde tenemos un eje para lo que son las expectativas altas y bajas, y lo que sería la confianza alta y baja, y todas las combinaciones posibles, la empresa hoy se encuentra en el cuadrante en el cual hay altas expectativas pero al mismo tiempo baja confianza o baja credibilidad.

En este caso quedan dos estrategias. Una sería movernos hacia la izquierda. Ya que tenemos baja confianza moderemos las expectativas y que tampoco la gente tenga expectativas respecto de nosotros. Convirtámonos en una especie de Homero Simpson social, movernos hacia la izquierda. Pero creo que el verdadero desafío del sector empresarial, hacia donde se están moviendo las cosas, es hacia arriba. Mejorar las capacidades para recuperar y reconstruir la confianza en el empresario.

Estamos en un mundo en el cual mucha gente se define emprendedor y no empresario, porque la palabra empresario le cierra alguna puerta. Las encuestas globales nos muestran que la confianza en la empresa, sobre todo en las empresas globales, está muy poco por
encima de lo que es la confianza en los gobiernos. Los medios de comunicación están un poquito mejor.

Y fíjense que de primeros, en términos de confianza y credibilidad, están el sector académico y las instituciones, las ONG, las empresas locales y luego Naciones Unidas. En realidad lo que quiero mostrar es que el mundo es bastante escéptico.

¿Qué sucede cuando hay altas expectativas y baja credibilidad? Se generan conflictos de todo tipo. Conflictos vinculados a estas agendas globales de mayor transparencia, de acceso a la  información, de consulta previa, de mayor participación ciudadana, de generación del desarrollo local. Esa demanda de expectativas pero baja credibilidad genera en muchos casos la parálisis de una serie de proyectos que no han tenido lo que llamo la inteligencia social para hacer un verdadero análisis de cuáles son los riesgos, incluso, de la sustentabilidad, al momento cero en el que se está iniciando un proyecto.

En la región hay más de 400 conflictos socioambientales alrededor de igual número de proyectos de inversión, algunos de infraestructura, productivos, que están paralizados –en algunos casos suspendidos– y en muchos otros cancelados de por vida. En ellos ha habido de todo: falta de estatalidad, para pensar en otro actor. Pero también como les decía: falta de inteligencia y sensibilidad por parte del mundo empresarial. O sea, tenemos desafíos en el siglo XXI para resolverlos con herramientas del siglo XX. Y ese desfase hace que estos conflictos no se puedan resolver y mucho menos prevenir.

Y por lo general se piensa que estos conflictos son exclusivos de las actividades extractivas, pero en los últimos cuatro años ha habido muchísimos proyectos que han encontrado una oposición por parte de las comunidades locales. Desde canales de riego hasta la construcción de polideportivos, tendido eléctrico o colocación de transformadores en la vía pública. Hoy, en Latinoamérica y ustedes lo saben bien, no hay una hidroeléctrica que no tenga fuertes inconvenientes para ser habilitada cuando su factibilidad está en el rango más bajo.

Esto implica que seguimos con un business as usual de que esto hay que hacerlo, tenemos el permiso legal, el gobierno dice que sí, vamos. Y se relocalizaba a las comunidades. Eso no va más. Y no es que no va porque uno esté de acuerdo sino que, de facto, estas cosas no van más. Hay ONG globales que custodian estas agendas. Y todos estos conflictos terminan impactando sobre las empresas y utilizando las interfaces de la agenda de empresa y derechos humanos y de los conflictos ambientales.

En la Argentina, específicamente, no tenemos muchos indicadores de conflicto. Pero uno que a mí me resulta al menos gráfico, y nos sirve desde el punto de vista de investigación académica, es la cantidad de cortes de vía pública (paros, plantones). Entre 2009 y 2016 se duplicaron los cortes de calle. Lo que es muy importante es ver cuáles han ido evolucionando. Así como las empresas hacen su mapeo de stakeholders es muy importante analizar cómo se están generando y desarrollando estas manifestaciones en las vías públicas.

Este es el cuadro de 2015. El de 2016 tuvo una pequeña variación pero en 2009, cuando se empezó a hacer el primero, la composición cualitativa era completamente diferente. Hoy hay un market share muy equilibrado, hay pueblos originarios, ruralistas. El sector que más creció es el llamado vecinos auto-convocados, aquellas personas no muy informadas, que tienen los miedos de cualquiera de los miembros de nuestra familia, que no necesariamente se van a dejar manipular por oportunistas pero que tienen temores que nadie en la empresa o el proyecto sale a explicar.

Se produce el fenómeno nimbi. El nimbi es, en inglés, not in my backyards. La gente quiere aeropuertos, quiere tener señal de teléfono, pero no quiere nada cerca de su casa, le molesta. Y esto es natural. A todos nos pasa. La realidad es que se puede generar parálisis, como se está generando en muchos proyectos, que no es advertida como una tendencia, pero sí lo es.

Nuestro camino es mejorar y reconstruir la confianza en el sector empresarial y en el empresario, en la empresa como institución. Creo que no hemos hecho suficientes esfuerzos. Las comunidades han requerido una serie de necesidades a través de los últimos cincuenta años, que las empresas han tratado de responder pero con la misma respuesta de la revolución industrial: — Nosotros generamos riqueza y empleo. Pero llega un momento en que se empieza a generar menos riqueza y menos empleo y nos preguntamos ¿Para qué estamos? Por eso es muy importante movernos hacia un eje, que es el que nos piden estas agendas de los ODS, derechos humanos, el Acuerdo de París, donde ya no estamos hablando de agentes económicos, sino de verdaderos actores sociales. Donde somos parte del problema o somos parte de la solución. Y si nos dan la posibilidad, mostrar que somos parte de la solución.

Debemos pasar del esquema de “Tengo permisos legales y formales que gestionar” al de “Debo gestionar una licencia social para operar, para innovar y para crecer”.

 

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